Procrastinatus Rex y la Entidad Trascendental
Procrastinar: Diferir, aplazar (diccionario de la Real Academia Española de la Lengua)
Entidad Trascendental: pregúntale a Alexa.
Tengo que admitirlo, soy un procrastinador. Procrastino mucho. He alcanzado el nivel de procrastinatus rex. Siempre aplazo las cosas para el día siguiente al último día del plazo que tengo para hacerlas. Y esto, si eres escritor, es un problema grave.
Porque ya lo sabes, yo soy escritor. Hace ocho años acabé una novela que llevaba escribiendo desde mis días de instituto, y tuve la suerte de que fuera publicada y que obtuviera un moderado éxito en las librerías. A día de hoy está descatalogada, pero la semana pasada me la encontré en el expositor de libros de saldo del Hipercor por tres euros y me compré un par de ejemplares, pues soy muy despistado y en mi última mudanza perdí la caja de cartón en la que guardaba todas mis copias.
Por cierto… ¿Eso que hay en esa esquina del techo es una telaraña? Voy a ver, porque me extraña que lo sea; no hace tanto que hice limpieza general, un par de meses como mucho.
Pues sí, es una telaraña. ¡Qué bichos tan curiosos! Dicen que si los hilillos de la tela de las arañas fuesen del grosor de un cable de la luz tendrían una resistencia de… no sé, no lo recuerdo con exactitud, pero una barbaridad. Lo vi en un documental de National Geographic una tarde en la que estaba escribiendo y no me concentraba, así que encendí la televisión para ver si encontraba inspiración…
Bueno, ya me estoy yendo por las ramas, como siempre.
Decía que soy escritor. Llevo escribiendo mi segunda novela desde hace tres años, y el caso es que estoy un poco bloqueado. Me he quedado estancado en el cuarto capítulo, porque he llegado a un punto en el que no sé cómo resolver un asunto entre dos de los personajes principales.
Para documentarme y buscar soluciones, acostumbro a consultar de vez en cuando la wikipedia…
¡Es maravillosa la wikipedia! El otro día leyendo una de sus entradas me enteré de que los platelmintos son unos animales fascinantes: son hermafroditas y …
Otra vez lo estoy haciendo, ¿verdad? Bueno, a ver si me centro en lo que estaba contándote.
El caso es que esta mañana estaba escribiendo por enésima vez el principio del cuarto capítulo de mi novela, y de veras que estaba plenamente concentrado en ello, te lo aseguro, cuando de pronto han llamado al timbre de casa. He tardado un tiempo en abrir, pues camino de la puerta me he entretenido contemplando el caprichoso reflejo que un rayo de sol matutino producía en las copas del mueble bar del salón. Cuando finalmente he salido de mi abstracción y he abierto, porque insistían con impertinencia en llamar, me he encontrado en el rellano de la escalera con un tipo alto y delgado, muy delgado, pálido, muy pálido, y vestido con un traje negro, muy muy negro, más allá del negro absoluto. Llevaba en sus manos un grueso libro con cubiertas de piel marrón muy desgastadas y que más tarde he podido observar que se trataba de una especie de agenda o dietario de la década 2021-2030.
El tipo ese, tras verificar que yo era realmente yo y que coincidía efectivamente con el nombre que tenía apuntado en la página ocho mil ciento treinta y cuatro de su libro, en concreto en la casilla correspondiente a las nueve y dieciocho de la mañana, me ha dicho que venía a buscarme y que tenía que acompañarle porque mi tiempo en este lugar había terminado. Yo le he preguntado por lo que significaba eso de que mi tiempo había terminado, y él, mirándome cruelmente, me ha dedicado un gesto de degüello con el dedo índice de su mano izquierda, por lo que he deducido que era zurdo, como yo. Yo le he respondido que esta mañana no me venía bien morirme, porque, por una vez que me llegaba la inspiración, tenía que aprovecharla para acabar el capítulo de mi novela, y además, no me había despedido de nadie. Cómo me voy a morir así, por las buenas, sin despedirme de mis padres, de mis hermanos, de mi novia, de mi panadero.
Él me ha respondido con aires de superioridad que eso no era problema suyo, que él era una Entidad Trascendental muy ocupada como para estar perdiendo el tiempo conmigo, que tenía otra cita dentro de unos minutos con un soldado sirio en Damasco y que si no llegaba a tiempo, se podría crear una demora acumulativa de los óbitos del día que ocasionaría un fallo grave en la continuidad del tránsito de almas entre dimensiones.
Yo le he insistido en que de ninguna manera podía marcharme y dejar todas mis cosas inacabadas, que esa no era forma de hacer las cosas, pero él ha insistido en que tenía preocupaciones más importantes que las mías.
Para calmarle un poco e intentar convencerle, le he hecho entrar en casa y le he sentado en el sofá. Le he preguntado si quería un café, pero me ha contestado que las Entidades Trascendentales como él no ingieren ningún tipo de alimento, ya sea sólido o líquido, y me he alegrado, porque la cafetera estaba sin lavar en el fregadero desde hacía tres días y no me apetecía tener que limpiarla precisamente hoy.
De esta forma hemos estado discutiendo sin llegar a un acuerdo, él diciéndome que tenía que acompañarle y dejar todo porque mi tiempo se había acabado y yo insistiéndole en que antes debía terminar todo lo que tenía inacabado, y me he acordado en ese momento de que tengo el carnet de conducir caducado desde hace una semana y que, por una cosa o por otra, aún no he acudido a renovarlo.
Finalmente, con gesto de contradicción, porque no llegábamos a un acuerdo, mi interlocutor ha consultado un enorme reloj de arena que ha extraído del pequeño bolsillo interior de su negra, negrísima americana, y ha dicho que se le había agotado el tiempo y tenía que partir, como dijo antes, a Damasco. Ha ojeado su agenda varias páginas por delante, y finalmente ha encontrado un hueco para mí a las seis y veintinueve de la mañana del día 15 de marzo. Yo le he preguntado si no podía ser un poco más tarde, porque odio madrugar, pero él me ha mirado de una forma horrible, con unos ojos más negros que el carbón y lanzando unas repentinas llamaradas de fuego azul por los orificios de su nariz, ha respondido que no, que eso es lo que hay, que a partir de esa hora va a tener mucho trabajo con el asteroide que caerá sobre el mar del Japón esa misma mañana. Yo, viendo que se mostraba inflexible en su decisión, he decidido finalmente no tensar más la cuerda, ya tendré tiempo de hablar con él cuando vuelva a verle, y he dando por buena su cita. Él la ha anotado teatralmente en su libro usando una hermosa pluma de águila imperial cargada de tinta roja que no sé de donde ha sacado y, sin decir una palabra más, se ha marchado de casa dando un portazo.
Yo, la verdad, me he quedado un tanto sorprendido por todo lo ocurrido. No me imagino cómo podré hacer frente en tan poco tiempo a todas las tareas que tengo pendientes.
Mientras pensaba preocupado en esto, he puesto un par de barritas de incienso en el salón, porque ha quedado en el aire un desagradable olor a azufre. Después he cogido el teléfono móvil para llamar a Lucía, mi novia, y contarle lo ocurrido, pero no sé cómo, en lugar de hablar con ella, he acabado viendo vídeos de gatitos en YouTube. ¡Qué graciosos son, parece que tienen conocimiento! Finalmente, tras el octavo vídeo, he decidido que como quedan todavía dos semanas para el 15 de marzo, no es urgente que la llame con tantas prisas. Ya tendré tiempo de contárselo, ¿no crees?.
Y eso es todo, Alexa… ¿Qué te parece? ¿Qué opinas de ese tipo? ¿Qué sabes de las Entidades Trascendentales?
Alexa (con voz estudiadamente sensual):
— Esto es lo que he encontrado en la wikipedia sobre Entidad Trascendental …
Cáceres, 27 de febrero de 2022
Otros cuentos del Peregrino de Casiopea:
5 marzo 2022 a las 21:07
Que grande eres!!!! Me mantienes en vilo hasta el, siempre, sorprendente final!! Un abrazo!
5 marzo 2022 a las 22:50
A quien escribe lo hace grande quien le lee. Escribo con la ilusión de que alguien me lea y pulse el me gusta, pero si ese alguien deja un comentario como el tuyo, esa ilusión se multiplica. Muchas gracias, Molyandersen… muchas gracias, amiga.