Se sentía solo en medio de la multitud, y en su soledad, visitaba los paisajes de sus recuerdos reales e imaginarios.
Sus citas oníricas se hicieron habituales; aprendieron a conducir sus sueños hacia el sendero de aquel bosque otoñal.
Se sintió como un miserable mercader que compraba la tranquilidad de su alma con dos chocolatinas y un par de raciones militares.
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