Desesperación
Un amanecer desesperado. Una vida en manos del azar.
Como todas las mañanas, de un tiempo a esta parte, al levantarse saca el revólver del cajón de su mesita de noche, introduce un cartucho en el tambor y lo hace girar. Después, tira con el pulgar del martillo hasta su posición más retrasada, abraza con el dedo índice el gatillo y se mete el cañón en la boca. Lo muerde fuertemente hasta que le duelen las encías. Así permanece unos segundos eternos, con los ojos cerrados, apretando los párpados y respirando fuertemente por la nariz. Escucha hipnotizado el tic-tac del reloj despertador, hasta que se decide finalmente a apretar el disparador.
¡Clic!
Otro día más de prórroga.

Cáceres, 22 de agosto de 2020
Si te gustó esta historia, es posible que te guste esta otra: Lo que me molesta
Deja un comentario