Despertar
Es difícil explicar un despertar, ya sabéis lo extraños que son. La mayoría de las veces nada parece tener sentido.
1.
— Tú sabes que yo, normalmente, no me acuerdo de mis despertares, pero hoy sí que lo he hecho —dice Enrique mientras, haciendo una cabriola en el aire, posa finalmente los pies en el suelo. Juana, que le sigue a unos metros por detrás, planeando graciosamente sobre las copas de los árboles, desciende suavemente junto a él, sobre la alta hierba de una pradera cargada de amapolas rojas.
— ¿Ah, si? ¿Y qué recuerdas de él? —Pregunta Juana recolocándose el vestido, que el vuelo ha desajustado ligeramente de su cuerpo.
— Es difícil de explicar, ya sabes lo extraños que son los despertares; la mayoría de las veces nada parece tener sentido.
El sol está alto en la bóveda azul del cielo, pero no calienta demasiado. Blanquísimas nubes, como espuma de leche, adornan dispersas el horizonte. El viento hace ondular, en un suave vaivén, la hierba que crece casi hasta sus cinturas.
Enrique coge un puñado de espiguillas verdes y se las arroja a Juana. Ella se agacha para evitarlas, pero se quedan adheridas en su largo pelo negro.
— ¡Pero qué bobo eres! —Le dice con una sonrisa mientras se las quita, una a una, del cabello— Bueno… ¿me vas a contar de una vez tu despertar de hoy, sí o no?
— Claro que sí —contesta él quitándole una última espiguilla que ella no había descubierto—. Verás, yo estaba en la cama de una habitación en penumbra. La puerta estaba entreabierta y daba a un pasillo muy iluminado en el que se escuchaba hablar a dos mujeres. Me dolían las piernas y apenas podía moverlas; me pesaban mucho. Miré mis manos y las tenía muy arrugadas y llenas de manchas marrones, como las de mi abuelo cuando yo era niño.
— ¿Y cómo era yo en tu despertar?
— ¡Tú no estabas! Estaba yo solo en la cama.
— ¿Tú solo?
— Sí, intenté llamarte, porque no te veía por ningún sitio, pero no me salía la voz. No podía respirar. Me ahogaba y me puse a toser sin control.
— ¿Estabas enfermo?
— No lo sé, pero supongo que sí, porque no podía dejar de toser. Entonces, por la puerta que daba al pasillo, se asomó una chica muy amable, vestida de blanco, que encendió la luz y acudió a tranquilizarme. Me dio un vaso de agua y por fin se me calmó la tos.
— ¿Y esa chica era guapa?
— Sí, pero no tanto como tú.
— ¡Qué zalamero eres! —le dice Juana dándole una palmada en el brazo— ven, vamos a ver que hay detrás de esa colina.
Corren subiendo una suave pendiente y poco a poco va apareciendo en el horizonte una cadena de montañas con las cumbres nevadas. Al llegar a lo alto de la colina, se encuentran con un profundo despeñadero, desde el que se domina un valle amplio por el que discurre un estrecho río. Las verdes laderas están cargadas de ganado pastando. Una pareja de águilas sobrevuela en círculo las alturas.
— Es precioso… —dice Juana con admiración.
— ¿Nos lanzamos?
— No, espera, antes cuéntame cómo acabó tu despertar.
— Oh, no quieres saberlo.
—¿Cómo que no? ¡Claro que quiero!
— Verás… —duda Enrique—. Es que me llevé un susto terrible.
— ¿Y eso?
— Porque cuando la chica me ayudó a incorporarme en la cama para darme de beber, vi una foto nuestra en la mesilla de noche, y en ella estábamos muy viejos y arrugados, y de repente yo me puse muy triste, porque me vino a la cabeza, no sé por qué, que tú estabas muerta.
— ¿Yo muerta? ¡Pero qué tonterías dices! ¡Anda, olvídate de eso y cógeme si puedes!
Y Juana, dando un salto al vacío, se deja caer por el precipicio, abre los brazos como un pájaro y remonta el vuelo hacia las montañas nevadas.
— ¡Espérame! —grita Enrique lanzándose tras ella.
2.
En el cuarto de descanso del personal de la residencia de ancianos, las dos auxiliares del turno de noche acaban de sentarse a descansar después de haber terminado la ronda por las habitaciones.
— ¿Qué le pasaba a Enrique, que no paraba de toser?
— Se ha despertado nervioso llamando a su mujer. Se habrá acordado de ella y se ha puesto nervioso. Menos mal que no ha tardado mucho en dormirse de nuevo.
— Pobrecillo, si es que desde que murió su mujer, no ha vuelto a levantar cabeza. Ha perdido mucho desde entonces.
— Sí, lo está pasando muy mal. Juana era la que le mantenía con los pies en el suelo.
Cáceres, 14 de junio de 2022
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14 junio 2022 a las 22:01
«La mayoría de las veces nada parece tener sentido»…. hasta que, en algún momento, no se sabe cuando o donde, ese sin sentido de convierte en una realidad.
Precioso, dulce, todo un poema.. así lo he «vivido» yo..
Gracias, amigo. Como siempre, un verdadero placer leerte.
Es curioso como nuestros escritos nos describen.. 😉
14 junio 2022 a las 22:56
Muchas gracias, amiga. Tus comentarios son siempre bienvenidos (cómo no, si tienes siempre la delicadeza de dar opiniones buenas). Reconozco que las espero con ilusión. Pero oye, que si un día tiene que ser una crítica no tan buena, no te cortes y me lo dices igualmente. 🤪
A mi también me gusta leerte, porque, como dices, nuestros escritos nos describen. 😉
Así que espero tu próxima entrada impaciente y que espero no se demore demasiado.
Un abrazo, compañera.
15 junio 2022 a las 13:46
Je je… una de mis cosas que dicen mis amigos, son un tanto «discutibles», es que cuando veo a alguien, le digo lo primero que me sale: «que guap@ estás!», «que mala cara!», «has engordado», etc etc.. Créeme, que si hubiera alguna crítica menos amable, te lo diría. Como en la vida, comento lo que siento con vuestros escritos con toda sinceridad.
Y espero lo mismo al revés!!!!;)
Sin embargo, si te reconozco que sigo pensando en Ofelia…
😉
15 junio 2022 a las 18:06
Ok entonces, si ves algo malo en mis escritos, sé implacable conmigo… (bueno, implacable implacableeee, es un decir… me lo dices suavemente y yo lo asumo). Prometo que yo haré lo mismo al revés 🙃.
Por otro lado, me gusta que sigas pensando en Ofelia (espero que sea en la Ofelia del Peregrino, aunque la del cuadro de Millais o la Ofelia del Hamlet de Shakespeare sean mejores 😒).
Y por último, ten cuidado con el calor, que ya ves que a mí me está afectando un poco a la chabeza… kavesa… cabeza!!!!🥵
🫠
16 junio 2022 a las 04:15
Beautifully written yes nothing seems to make sense until at some point ☺️ well shared thanks
16 junio 2022 a las 07:39
Thank you for reading my story 😊
16 junio 2022 a las 07:57
It’s my pleasure 😊
23 junio 2022 a las 19:06
Hermosa historia, porque ella aún vive en sus pensamientos. Dicen que si nos da demencia seremos como niños. Supongo que lo de los pies es porque él quiere volar (en sus sueños)? Te pregunto porque me pasa a mí que cuando escribo algo intrigante no sé si es muy vago y, como temo que nadie lo entenderá, tiendo a aclararlo mucho. Hay quienes prefieren el enigma. Por otro lado, el texto se presta a preguntar: cuál es la realidad, el sueño o el asilo? Muy bueno.
23 junio 2022 a las 19:44
Al escribir este cuento, he decidido no dar excesivas explicaciones, para que el lector lo interpretase como le pareciera, incluso me planteé no incorporar la última parte del relato, la de la conversación de las auxiliares de la residencia. Yo siempre prefiero confiar en la inteligencia del lector, no hay por qué explicárselo todo. En algunas ocasiones, un relato puede tener múltiples lecturas. De esta forma, el lector elabora su propia interpretación y hace suyo también el relato. Mi intención inicial era la que tú has expresado en la primera frase de tu comentario, que para él, ella aún vive en sus sueños. Para él, la realidad de la residencia de ancianos es confusa, en cambio los sueños con su mujer tienen toda la fuerza de una vivencia auténtica, y Juana es, a diferencia de lo que dicen las auxiliares, la que le despega los pies del suelo, la que le hace volar en sueños.
De todas formas, la interpretación que tú des será tan buena como la que yo tenía cuando escribí el cuento. Eso es lo que hace que la ficción escrita sea mágica.
Muchas gracias por tu comentario, Paula.